La Cúpula y las Estrellas
(Monclova, 1780 – Una historia escrita por Ana Paola, estudiante de astrofísica y narradora de lo imposible)
Cuando el Padre Alonso de León ordenó construir la Iglesia de San Francisco de Asís en 1780, nadie entendió por qué insistió en que la cúpula tuviera 127 ladrillos exactos: “Cada uno representa un año de luz hasta la estrella más cercana”, decía, señalando el firmamento con su crucifijo de plata.
Los albañiles murmuraban que el viejo sacerdote hablaba con un astrónomo francés que pasaba las noches dibujando constelaciones en el atrio. Pero la verdad era más extraña: Alonso había soñado que la iglesia sería un faro para ángeles perdidos.
En 1782, cuando fundieron la campana mayor, el Padre Alonso mezcló en el bronce: Polvo de meteorito (recogido en el desierto de Coahuila por un grupo de nómadas)., Tres páginas del diario de Sor Juana Inés de la Cruz (que hablaban de “Dios como un sol negro”)., Una fórmula astronómica que solo el francés entendía: “C = 2pr ± a Virginis”.
Al tocarse por primera vez, la campana no sonó: emitió una vibración que hizo brillar las luciérnagas en forma de Cruz del Sur.
El 14 de diciembre de 1783, durante la lluvia de estrellas Gemínidas, ocurrió el milagro: La cúpula se abrió como un iris (mecanismo oculto diseñado por el francés). Los feligreses vieron el cometa Lexell pasar justo sobre el altar, iluminando el fresco de San Francisco con un halo azul. Alonso murmuró: “Es la misma luz que vi en mi sueño”. Al amanecer, el astrónomo había desaparecido. Solo dejó un reloj de sol grabado con coordenadas que señalaban… Monclova.
Hoy, si apoyas el oído en los muros al mediodía, aún se escucha: El eco de las campanas en frecuencia 432 Hz (la misma que emiten las estrellas pulsares)., El rumor de que el Padre Alonso no murió: se desmaterializó durante un eclipse en 1799., Que cada 127 años, la cúpula proyecta un mapa estelar sobre el piso de mármol.
Ana Paola cierra su cuaderno y sonríe: “Las iglesias son naves espaciales atrapadas en el tiempo”.